viernes, octubre 17

Gafas para ver


Era una mañana de domingo castellano, luminoso, claro y fresco, en un pueblo en el que se celebraba un Mercado Medieval, como era temprano, la Plaza Mayor con sus soportales, presentaba una actividad inusitada, llena de puestos que se estaban preparando y de gentes ataviadas a la usanza de otros tiempos, había artesanos de todo tipo: herreros encendiendo sus pequeñas fraguas, carpinteros poniendo a punto formones y gubias con las que hacían tallas en madera, los tragasables se tomaban unos orujos preparando sus gargantas para lo que vendría después, panaderos, tejedores, pitonisas y también había un puesto en el que sólo había un cartel que decía “Gafas para ver”, miré dentro del puesto, una especie de pequeña “jaima” de telas de vivos colores en la que sólo había una alfombra en el suelo y un surtido de cojines.

El o la de las gafas no estaba, supuse que estaría desayunando en cualquier bar cercano, pensé que volvería más tarde y continué por el mercado entre botes de mermelada artesana, miel, quesos, etc.

Pasado un tiempo volví hacia el puesto de las gafas porque había picado mi curiosidad, mi mente chistosa no pudo menos que pensar en las míticas gafas de madera, aunque el echo de que el cartel fuera tan obvio, gafas para ver, me tenía intrigado, ¿para que pueden servir unas gafas sino para ver?. En fin, llegado al puesto ví que seguía el cartel pero no había nada expuesto y sin atreverme a asomarme di una voz desde fuera, ¡!oiga?!!, ¿hay alguien ahí?. Desde dentro contestó una voz femenina.

- ¡!Si, si!!, pase, pase.
- Hola, veo que anuncia gafas para ver.
- Si, es así.
- Me gustaría verlas
- Bien, pasa y siéntate en un cojín, ponte cómodo
-
Una vez que estuve sentado en el suelo en un cojín, ella, que era una mujer de edad indefinida y con una expresión jovial y risueña, corrió una cortina cerrando la entrada y sacó una maleta. Al abrir la maleta aparecieron muchos pares de gafas, todas iguales pero dispuestas de una manera ordenada y al parecer concreta. Ella me preguntó.

- ¿qué estás dispuesto a ver?

La pregunta me dejó un poco “a cuadros” y le contesté
- Soy miope, tengo 2,5 dioptrías de miopía en cada ojo y algo de astigmatismo, poco.
- No te he preguntado eso, cual es tu problema visual sino ¿Qué estás dispuesto a ver?
Ya, los cuadros (con los que estaba al principio) empezaron a ser con colores.
- No sé, estoy un poco confuso, las gafas, sobre todo si son graduadas, son para ver
- Quizá eso de que son para ver requiera algún matiz, propiamente las gafas suplen alguna carencia al mirar, pero esas gafas son convencionales, para eso están las ópticas, pero la capacidad de ver no es atributo de las gafas, es posible que mis gafas tengan que ver con la capacidad de ver del que ve. Mis gafas son diferentes.
- Ah, ¿si?
- Si
- Y que puedo ver con tus gafas
- Con mis gafas puedes verlo todo, incluso todo aquello que nos rodea que de otra manera no se puede ver, no son ni para el pasado ni para el futuro, son gafas para el presente
- Para ver el presente no necesito otras gafas, ya tengo estas (señalando las que tenía puestas)
- Ya
- Y entonces, ¿para que me pueden servir tus gafas?, ¿qué es lo que me pueden mostrar ¿
Pensé para mis adentros que aquella señora se la había ido “la pinza” o que simplemente era una “enterada”
- Pues te pueden mostrar todo aquello que aún y estando delante de ti, incluso en ti, tu no tienes la capacidad de ver, de darte cuenta, y eso hace que te equivoques tantas veces, porque como no las ves no las tienes en cuenta y sin embargo influyen y operan en tu vida. Cada vez que vives situaciones que no resuelves o que simplemente rozas lo absurdo es porque no te enteras, no me atrevo a decir de nada, pero te enteras bastante poco, solo de lo que ves y además poco.
¡!Vaya con la lista!! (pensé) (y repensé) he tenido que venir a este mercadillo de mercachifles a que esta “iluminada” me sacuda en las narices como si me conociera o como si le hubiera dado permiso.
Incómodo por la situación la miré fijamente poniendo “cara de hueso” hice acopio de todo mi valor y dignidad para marcharme.
- ¿Dónde vas¿
- Me quiero marchar
- Pues tú mismo, ¡!CEGATO!!
Bueno, aquello rayaba lo aceptable y procurando no perder las maneras (las buenas se supone) me puse en pie y ya estaba saliendo cuando ella me dijo.
- Cuando hemos empezado esta conversación te he hecho una pregunta ¿Cuál era¿
- No recuerdo (enfurruñado)
- La pregunta en cuestión era y es ¿Qué estás dispuesto a ver¿ y todavía no me has contestado, viéndote me hago una idea que aunque pueda estar equivocada me habla de tus impresiones sobre la vida, los afectos, tu relación con el dinero, con el trabajo, con el sentimiento de inoportunidad y desencuentro, tus frustraciones, tus negaciones, tu ira y rabia contenidas que rezuman sin tu quererlo-saberlo por tus poros. Viendo todo esto no me cuesta llegar a la conclusión que tú mismo has encontrado, que no te enteras y aquí es donde mis gafas juegan un papel fundamental.
Abochornado por un sentimiento incómodo de desnudez increíble me quedé inmóvil,, no sabía si tirar hacia delante o hacia atrás, si seguir de pie o tirarme al suelo, ella me cogió del brazo, me hizo girar, caminar y sin ningún esfuerzo consiguió sentarme en el mismo cojín de antes. Me quedé encogido, en silencio, no atreviéndome casi a respirar.

Ya más calmado le dije con aire resuelto.
- Y tus gafas ¿me pueden ayudar?, porque todo eso que me has dicho de mi es cierto, pienso que estoy mucho peor de lo que estoy para cuando resulto tan evidente.
- No te preocupes, yo tengo gafas para ver, mi puesto anuncia eso mismo y por lo tanto ni mi visión es común pero tampoco es ninguna proeza.
- Ya, ¿y todas esas gafas son iguales?
- No, son todas diferentes y por lo tanto lo que se ve a través de ellas también es diferente.
- ¿Cuáles son las mejores? Puesto que parece que me pueden ayudar a resolver mi vida.
- Más que las mejores, necesitas las adecuadas, las mejores son estas (echando mano a unas gafas en la maleta), son el modelo “Visión Absolut”, pero son caras, muy caras.
- No me importa, estoy dispuesto a pagar lo que sea.
- Supongo que me hablas de pagar en términos monetarios, pero no es ese el precio, el precio es ser capaz de mantenértelas puestas sin arrugarte más que un poco, puesto que lo que puedes ver con ellas no todas las personas lo pueden aguantar, desarrollar de golpe y porrazo toda la capacidad de ver, de ser consciente, ni lo pueden sostener todas las mentes ni todos los sistemas nerviosos pueden aguantar tanta veracidad, hace falta estar muy entrenado, pero creo que tengo unas que te pueden venir “al pelo” visto lo visto.

Cogió unas gafas que debían ser las más sencillas en el escalafón y me advirtió que necesitaría un tiempo para acostumbrarme a ellas. Su graduación debía ser la óptima para ver mi cuerpo y sus necesidades reales, mis emociones y sentimientos más de “andar por casa” y mi mente para que pudiera primero centrarla y después aprender a pensar (cosa que creía que ya sabía)

Cuando salí de la “jaima” mirando a través de las nuevas gafas me sorprendió que no tuvieran cristales, me giré para hacer una última pregunta y el puesto había desaparecido, ya no estaba.


Escrito por Brihaspati.

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