jueves, mayo 14

Un reino para dar.


Un cuento nos narra la historia de un reino muy lejano, gobernado por un rey justo y sabio. Su hijo, el príncipe heredero, era avaricioso y orgulloso, le gustaba el poder, siempre conseguía lo que quería sin importarle la manera de alcanzarlo.
Durante un viaje en el que el príncipe había partido con varios barcos llenos de hombres a la conquista de los reinos vecinos y sus tesoros, el rey cayó enfermo. La situación se complico, el rey no sobreviviría a la enfermedad por lo que enviaron a un mensajero en busca del príncipe, con el siguiente escrito: “El rey esta muy enfermo, vuelve inmediatamente”.
Pasaron los días y el rey empeoraba, cuando él sintió que había llegado su momento mando llamar a su siervo más fiel, aquel que le había acompañado toda la vida sirviéndole con honestidad y amor, demostrándole prudencia, inteligencia, saber estar, saber actuar, y le dijo:
- He estado pensando largo y tendido, he llegado a la conclusión que tú debes sucederme, tú eres la persona que debe reinar tras mi muerte.
- Pero señor, no puede ser, yo solo soy un siervo. Contesto.
- Nada de eso, me has dado muestras siempre de grandeza y gran capacidad. Contesto el rey
Trajeron un pergamino real, sobre el que escribió su voluntad. En él le cedía el reino con todas sus posesiones, sus tierras, tesoros, personas… con todo el poder del reino, poniéndole el sello real se lo entrego al siervo. Nada mas cogerlo, el siervo pudo sentir el peso del pergamino, lo que había en él, “todo un reino”. En ese mismo momento el rey murió.
Se oyeron a lo lejos las alarmas, avisaban de la llegada de los barcos con el príncipe de vuelta. La noche era cerrada, con una gran tormenta, no se veía nada. El siervo enrolló el pergamino y lo guardo bajo su ropa, saliendo con un paje a toda prisa hacia el faro, debían encenderlo o los barcos chocarían con el arrecife y morirían muchas personas. Al llega, el paje intentó encender el faro pero la mecha estaba húmeda y las cerillas no conseguían encenderla.
-Rápido necesito papel, algo que pueda quemar. Decía el paje.
El siervo le escuchaba a la vez que sentía el papiro bajo sus ropas, notaba todo el reino tocando su piel.
-Rápido, necesito cualquier cosa para encender la mecha, las cerillas no son suficiente, rápido, rápido, van a morir muchas personas. Volvió a decir el paje.
El siervo tocaba el papiro, como pesaba, su mano sentía el papel….



La pregunta es: ¿Qué habrías hecho tú? ¿Habrías dejado que se hubieran chocado todos los barcos contra el arrecife, consiguiendo el reino? ¿O hubieras dado el pergamino para poder encender con él la mecha, salvando la vida de todas las personas, perdiendo así el reino y continuando como siervo?
Pienso que todos los días pasamos por una situación parecida en la que tenemos que decidir si damos nuestro reino o no. Son muchas las situaciones que se nos presentan en la que podemos dar a otra persona palabras de comprensión y amistad, tiempo, conocimientos, un abrazo, apoyo… en definitiva nuestro reino, a las personas de nuestro entorno que lo necesitan. Generalmente vemos estas situaciones, aunque por pereza, prisa, pensamientos que nos dicen que no sirve para nada, o que haremos el ridículo… finalmente no hacemos nada, dejando escapar la oportunidad de dar nuestro reino.
Este reino es el que cada cual tiene en verdad, sin querer aparentar o dar otra cosa por que piensa que no es suficiente, puesto que el que da lo que tiene, su reino, con la intención de ayudar, de aportar, no puede pedírsele nada mas, ni le pueden juzgar los demás, ni uno mismo puede juzgarse.
Lo bueno que tiene este reino es que al contrario que el reino del cuento, si lo entregas no lo pierde, pues viene de vuelta multiplicado con sensaciones hermosas, llenando nuestro espíritu de fuerza, llenándonos de bienestar.
Entiendo que la parábola de los talentos se refiere a esto cuando el señor de la casa al emprender un viaje largo entrega unas monedas a sus sirvientes.
A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro, uno. A cada uno dio conforme a su capacidad y se fue lejos. Inmediatamente, el que había recibido cinco talentos se fue, negoció con ellos y ganó otros cinco talentos. De la misma manera, el que había recibido dos ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. Cuando se presentó el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos y fue recompensado. Cuando se presentó el que había recibido dos talentos, trajo otros dos talentos e igual que el anterior fue también recompensado.
Pero cuando se presentó el que había recibido un talento, sin nada haber multiplicado, sin intereses, fue castigado quitándole el talento y siendo expulsado.
Todos tenemos talentos dentro de nosotros, la forma de hacerlos crecer es dándolos, compartiéndolos con los demás. Si dejamos nuestros talentos en el interior (en el cajón), sin utilizar, se convierte en algo inútil, que no sirve para nada ni nadie, y finalmente se pierden. Al entregarlos, los desarrollamos, creciendo en todos los aspectos, convirtiéndolos en útiles para nosotros y los demás.
Hay una frase muy hermosa que lo describe muy bien:
“Quien no VIVE para servir, no sirve para VIVIR”.


Marut.


Mas información en http://www.yogui-urbano.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Marut, en cuanto a este cuento de los talentos que se encuentra difundido en el catolicismo tambien, he de acotar que a mi humilde entender, quien mas ayuda necesita es quien menos la recibe, el rey solo juzga, en cambio de ayudar. Quien supuestamente sabria como utilizar los talentos, no se detiene a ver porque el tercero no lo utilizó, si fue por miedo, por codicia, y ayudarlo a salir de ese estado, para que logre ser una persona mas íntegra, y con esto, contribuyendo a un bienestar mayor.
-Luis.

Muy bueno el blog, los sigo siempre. Gracias por las enseñanzas. Un abrazo.
luis_vcpaz@yahoo.com (este email es solo por si deciden contactarme)