miércoles, octubre 19

La justificación



La justificación es esa vocecita interna que nos acompaña toda la vida dando razones para no hacer lo correcto, para no cambiar, impidiéndonos evolucionar. Es la causante de no solucionar relaciones conflictivas, no superar situaciones en las que estamos bloqueados, no atrevernos a hacer algo diferente pues creemos que no podemos… atrapados en un ciclo en el que nuestra vida no mejora.

Las personas podemos funcionar como dos arqueros diferentes:

Uno dispara la flecha y allí donde clava la flecha pinta una diana alrededor, dejando la flecha siempre en el centro de la diana. Estas son las personas que después de una acción o palabras inconscientes, automáticas e incorrectas, se justifican dándose razones para pensar que lo hecho está bien, así se tapa el malestar y la sensación de: “soy mala persona”. Así no se avanza, pues cuando una persona no cree que tiene que corregir la dirección del disparo, de sus acciones, nunca las cambia y no crece.

Otras personas disparan la flecha y una vez clavada, pueden darse cuenta que la diana estaba en otro sitio, o sea que tienen la capacidad de ver que esa acción hecha sin control y sin pensarla, no es correcta. Estas personas pueden comparar lo que se hace y lo que se debería hacer, corrigiendo la dirección con la intención de acercarse cada vez más a la diana, a hacer bien las cosas. Es importante utilizar el malestar que causa el hacer algo incorrecto, pues nos indica que se puede mejorar y nos empuja a intentarlo la próxima vez. Al no escuchar las justificaciones se pueden ver los cambios que deben hacerse en la vida para evolucionar y no quedarse atascados.

Hace unos días estaba en casa trabajando con el ordenador, al momento mi hijo pequeño se puso a mi lado y empezó a tocar el teclado, yo le decía que parará y él seguía haciéndolo. Finalmente, salió de mi el padre rígido con una actuación no correcta y que me hizo sentir mal. Mi mente no paraba de darme razones para que pensara que lo hecho estaba bien: que se lo merece, que hay que poner límites, que soy su padre y tiene que hacerme caso… Seguía sintiéndome mal, era el indicador que me decía que se podía hacer mejor, por lo que decidí no escuchar a mi mente y observar más en profundidad. Pude ver que mi hijo reclamaba mi atención, últimamente dedicaba más tiempo al trabajo y no veía sus necesidades de caricias y afecto por mi parte. Tomé la decisión de dedicar más atención consciente y de calidad a mi hijo, jugar más con él y escucharle. Esto me hizo sentir bien y el ponerlo en marcha también, este es el indicador de que la acción es correcta, solucionando y avanzando.

La grandeza de las personas no se mide en que no cometan errores pues todos lo hacemos. La grandeza se mide en despertar la sensibilidad para darse cuenta del error, saltándose las justificaciones y utilizando ese malestar, esa energía, como gasolina para cambiar, crecer y solucionar. Así nos sentimos bien.



Ser felices.


Marut

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