martes, enero 21

Libre y relajado.

"La suerte me favorece automáticamente porque no dudo en poder conseguir lo que quiero y lo que necesito. No dudo de que todo lo que me sucede es lo mejor para mí. Esto es lo que yo llamo suerte."


LIBRE Y RELAJADO: UN CANTO VAJRA ESPONTÁNEO
Por el venerable Lama Guendun Rimpoché



La felicidad no se consigue
con grandes sacrificios y fuerza de voluntad;

No te esfuerces,
No hay nada que hacer o deshacer.
Todo lo que aparece momentáneamente en el cuerpo-mente
no tiene ninguna importancia,
sea lo que fuere tiene poca realidad.
¿Por qué identificarse con ello y luego apegarse?
¿Por qué emitir juicios sobre eso y sobre nosotros?

Es mucho mejor dejar
simplemente que todo el juego ocurra por sí mismo,
surgiendo y replegándose como las olas
-sin alterar nada-
y observar como todo se desvanece
y reaparece mágicamente, un y otra vez,
eternamente.

Es nuestra búsqueda de felicidad
Lo único que nos impide verlo.

Es como perseguir un arco iris de vivos colores
que no alcanzas jamás,
o como un perro intentando atrapar su propia cola.

Aunque la paz y la felicidad no existen realmente
como una cosa o como un lugar,
están siempre disponibles
y te acompañan a cada instante.

No creas en la realidad
de las experiencias buenas y malas;
pues son tan efímeras como el buen tiempo y el mal tiempo,
como el arco iris en el cielo.

Deseando aferrar lo inaferrable,
te agotas en vano.
En el instante en que abres y relajas
ese apretado puño del aferramiento,
ahí está el espacio infinito, abierto, seductor y confortable.

Sírvete de esa espaciosidad,
de esa libertad y tranquilidad natural.
No busques más.
No te adentres en la enmarañada selva
siguiendo el rastro del gran elefante despierto,
pues ya está en casa descansando apaciblemente
enfrente de tu propio hogar.

Nada que hacer o deshacer,
nada que forzar,
nada que desear,
nada falta.

¡Maravilloso!
Todo sucede por sí mismo.



Aportación de Milde Tomas

Un 2014 lleno de V.A.L.O.R.


"El hombre se convierte en lo que piensa"


miércoles, enero 8

Cuento

Un joven, deseoso de buscar el verdadero conocimiento, abandonó todo y resolvió llevar una vida errante, para dedicarse enteramente a la búsqueda de la sabiduría.

Estaba en una cierta zona de Asia, cuando oyó hablar en una ciudad de un hombre sabio que vivía en una montaña lejana, y que tenía la capacidad de fabricar oro de las piedras. Al oír esa historia, decidió ponerse en camino, encontrar a ese sabio, y pedirle que le enseñase ese maravilloso poder.

Tras muchas jornadas de camino y penalidades, consiguió llegar al lugar donde vivía el alquimista, y le pidió que le enseñase el don de fabricar oro. El anciano le miró compasivo, le dio una escoba de barrer y le dijo: «Más tarde te enseñaré. Ahora, coge esta escoba y ponte a barrer».

Cuando hubo terminado, el joven volvió a su petición, pero el anciano le dio un delantal, y le conminó a que se metiera en la cocina y preparase algo para comer. «Mañana te enseñaré lo que quieres saber —le dijo—. Hoy se ha hecho muy tarde».

Al día siguiente, el alquimista encargó al muchacho multitud de tareas: cavar un campo de hortalizas que había cerca, arreglar el techo de la cabaña, ordeñar unas cabras… por la noche, el joven volvió a preguntar, pero obtuvo la misma respuesta: «Mañana».

Pero el día siguiente fue igual que el anterior: trabajos y más trabajos. Y fueron pasando los días, las semanas, los meses y los años, y el muchacho no cesaba de trabajar, de encargarse de toda clase de faenas. De vez en cuando, le recordaba al anciano su demanda, pero siempre  era igual la respuesta: «Mañana».
Así, llegó el momento en que el muchacho, ya maduro, se olvidó de preguntar: Ya no recordaba la intención que le había llevado a aquel lugar. Se limitaba a trabajar y a descansar.

Entonces, una mañana, el maestro le llamó y le dijo: «Muy bien, deja eso que estás haciendo y ven conmigo, porque voy a enseñarte ahora cómo fabricar el oro».

El muchacho, que estaba regando la huerta, respondió inmediatamente, sin volver la cabeza: «Mañana, maestro, ahora estoy muy ocupado. Estas plantas necesitan agua».

viernes, enero 3

Si el mundo se fuera a acabar…

Si como usted dice, estuviéramos amenazados de muerte, creo que la vida nos parecería repentinamente maravillosa. Piense por un momento en la multitud de proyectos, viajes, romances o estudios que nuestra vida nos oculta, invisibles por nuestra pereza que, a causa de nuestra certidumbre de futuro, los retrasa incesantemente.
No obstante, imaginemos que todas esas amenazas resultaran totalmente imposibles; ¡qué hermoso volvería a ser todo! Si el cataclismo no ocurriera esta vez, no nos perderíamos la visita a las nuevas galerías del Louvre, nos lanzaríamos a los pies de la señorita X o haríamos ese viaje a la India.
Pero si el cataclismo no sucede, no haremos ninguna de esas cosas, ya que regresaremos al corazón de la vida normal, donde la negligencia atenúa el deseo. Y aun así, no deberíamos necesitar del cataclismo para amar a la vida ahora mismo. Sería suficiente con pensar que somos humanos, y que la muerte puede llegar este mismo atardecer.

Marcel Proust, Ensayos y Artículos, 1922