martes, septiembre 2

Humildad


El camino de la felicidad va unido al del conocimiento, crecimiento interior y sobre todo humildad. Cuando las cosas nos van siempre bien empezamos a creernos poderos, más listos, más guapo, mas fuertes...mejores que los demás.

El sufrimiento nos pone los pies en tierra, y sentimos esa unión, esa cercanía con las demás personas viéndonos a la misma altura, sintiendo que todos vamos juntos y por igual en este barco llamado Vida.

Un cuento de la mitología Griega nos habla de Icaro, el hijo del arquitecto del reino, su padre había construido el laberinto del minotauro para el rey Minos, por lo que vivían de una forma cómoda bajo la protección del rey.

Un día el rey se enfado con su padre por lo que ordeno que lo encerraran junto con Icaro, en una torre rodeada de jardines en los que vivía el peligroso minotauro. Desde allí su padre ideo un plan para escapar de la prisión y huir de la isla. Ponían migas de pan para que comieran las aves, así fueron recogiendo una gran cantidad de plumas. Estas plumas junto con la cera de las velas, las utilizaron para construirse un juego de alas inmensas para cada uno.

Tardaron un tiempo, pero una vez terminadas decidieron ponérselas y escapar. Antes de salir el padre de Icaro le advirtió: “No vueles muy bajo pues te podrán alcanzar las olas del mar, pero tampoco vueles muy alto pues el calor del sol puede derretir la cera de las alas”.

Después de asentir Icaro, afirmando haber comprendido las recomendaciones de su padre, se ajustaron las alas y se dispusieron a volar. Las alas enseguida se hincharon con el aire y comenzaron a planear, volaron y volaron, sobrepasando Samos, Delos y Lebintos.

La gente los veía volar, era una imagen bellísima con el sol de fondo, todos creían que eran dioses y les gritaban alabándolos. Icaro sintió que todo el mundo le veía como un dios y el mismo llego a creérselo. Empezó a volar haciendo piruetas, enseñando la belleza de su vuelo y olvidando las recomendaciones de su padre, quiso subir alto, muy alto, se sentía como un dios volando. Así, en ese estado de soberbia, fue subiendo acercándose al sol, calentando cada vez con más fuerza las alas, por lo que se fue derritiéndose la cera, hasta conseguir deshacerlas. Icaro, con las alas derretidas cayó sobre el mar y murió. Se había creído un dios, se había creído superior a los demás.
Fin.

Subir, crecer, elevaros, pero con prudencia. Todos somos seres humanos, con debilidades, limitaciones... nadie es perfecto. Utiliza tus limitaciones para conocerte, comprenderte, aceptarte... a tí y a los demas.

Por favor, ser felices.

Sergio Cambra.

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