sábado, enero 10

Caminante no hay camino, haces camino al andar.




No hay método ni procedimiento, no hay camino ni caminante, no hay yoga ni practicante, y cuando esto se comprende no hay tampoco quien lo comprenda.

Caminando por la vida con mis chanclas y bañador y buscando el mar de la verdad llegué a un cruce de caminos con dos señales de dirección, uno ponía Pavritti y otro Nivritti; como no tenía ni idea me dejé guiar por mi intuición y escogí una de las dos opciones.

Continué caminando y la cosa se complicó aún más, ya que en el siguiente cruce de caminos volvía a haber dos señales, en una ponía Tantra y en la otra Yoga; sin mucho convencimiento tomé uno de ellos y continúe caminando y mi desesperación se acrecentó cuando vi otro cruce de caminos ¡con cinco señales!: Asthanga, Dgyana, Mantra, Kundalini y Bhakti Yoga, y volví a tomar una dirección sin mucha fe de encontrar ese mar tan anhelado y tan esquivo, y además falto de energía entre tanta decisión que la había dividido.

Cuando mi determinación inicial estaba a punto de desvanecerse llegue a la cima de una colina desde donde se veía a donde, sorprendentemente, llegaban el resto de los caminos, infinitos caminos que morían todos en un mismo mar de realidad. Mi energía casi inexistente se incrementó al zambullirme en las aguas del silencio, y al sacar la cabeza del agua y mirar a mi alrededor dejé de ver tantos caminos y solo vi uno con una señal de dirección en blanco.

Kasyapa.



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