sábado, enero 31

CUENTO: EL COLEGIO.





Existía un colegio con un tamaño inmenso, en el centro de él había un gran patio, rodeado por varios edificios donde se encontraban los despachos de los maestros.
Los alumnos de este especial colegio se pasaban el día en el patio, pues allí es donde debían aprender. Los maestros habían diseñado pruebas con lecciones invisibles, pensadas para una, dos o muchas personas juntas, y observaban desde sus ventanas viendo las reacciones de los estudiantes en el patio.
Parecía que nunca aprendían pues siempre estaban los mimos en el patio, sin pasar de curso. En las pruebas siempre se atacaban, gritándose, echando la culpa los unos a los otros de lo que sucedía, otras veces cuando las pruebas eran individuales se atascaban echándose las culpas a si mismo e insultándose. Estaban ciegos, no veían las lecciones y las suspendían, una y otra vez. No sabían diferenciar entre la prueba y la lección a aprender.
Había un muchacho llamado José que después de una prueba en la que se había alterado mucho y discutido de forma violenta, se fue y se sentó en un borde del patio bajo un árbol, quería estar solo. Estaba dolido, se sentía muy mal, pero sobre todo estaba cansado de estar casi siempre de esta manera tan desagradable. Empezó a sentir el aire en la cara rozándole las mejillas, era muy agradable, le relajaba. Sin saber porque empezó a respirar lenta y profundamente, cuando de repente paso de estar furioso a sentirse muy calmado, en paz, mientras su mirada se dirigía al patio y vio, por primera vez vio con claridad, con profundidad.
Vio a todos su compañeros, en grupo o en solitario, veia como discutían los unos con los otros, juzgándose, criticándose e incluso condenándose, se atascaban. Así y no solucionaban nada dejando lo temas que debían resolver de lado. Veia como quien hablaba no eran ellos, sino la rabia, el enfado, la envidia o la intolerancia. Veia como una persona que era lenta desesperaba al impaciente, como la persona de ideas rígidas saltaba con el de opinión contraria, como el intolerante se enfadaba con el que era diferente a él, y así muchos más. Siguió largo rato observado y se dio cuenta que caían constantemente en los mismos fallos, en las mismas dicursiones con diferentes personas. Todos veían los fallos de los demás pero ninguno veia los suyos y si los veían nadie intentaba o podía cambiarlos.
Decidió que era hora de levantare y probar. Se acerco a un grupo donde uno de ellos decía cosas fuera de sitio, incorrectas, su mente empezó a juzgarle pero se dio cuenta de sus pensamientos y se si dijo: “no es importante, ese no es el camino”. Así paro ese pensamiento no deseable. Al lado del que se comportaba incorrectamente, había otro hablando sobre este, diciendo a los demás criticas y condenas por la forma tan vergonzosa de actuar. Al ver esto José también empezó a tener pensamientos de intolerancia hacia este por criticar al otro, se dio cuenta de las palabras de tensión que interiormente emitía su mente, y se dijo: “alto pensamientos, no es importante, es su lección, no es mi camino”.
Así dejo de lado pensamientos que le causaban malestar y no solucionaban nada. Y de repente empezó a ver que dentro de él se encontraba muy incomodo, no aceptaba que las personas discutieran o se criticaran, no era agradable. Eureka este si es el camino, acababa de comprender por que tantas veces, aunque la cosa no fuera con el, se metía en discusiones, no toleraba tensiones ni situaciones que hubieran problemas por eso intentaba solucionarlas, taparlas, aunque como no era posible terminaba discutiendo como el que mas. Intento poner orden pero estaban sordos y ciegos, así pues decidió que si querían discutir que lo hicieran, Era libre, tenia la capacidad de decidir, dirigiendo sus emociones, sus acciones y no al contrario.
Esta técnica de observarse la fue utilizando todos los días, así cada vez aprendía más sobre los demás pero sobre todo, lo más importante es que aprendía sobre si mismo, sus inseguridades, carencias, automatismos… Con el autoconocimiento conseguía el crecimiento, superando y aprobando las diferentes lecciones del patio. Ya podía pasear tranquilamente sin discutir, enfadarse o sentirse mal, sin atascarse en diferentes situaciones sin importancia. Que bien vivía ya no se atascaba con las lecciones, sino que había aprendido a buscar las soluciones.
Así siguió haciéndolo durante mucho tiempo, aprendiendo y ayudando en lo que podía, sabiendo que cada cual llevaba un camino personal y único de vida. Sin que fueran sus emociones (tensiones, miedos…) los que decidían, así el dirigía lo que quería hacer, había dejado de ser una marioneta sin control.
Un día José ya no estaba en el patio, ya no estaba en ese colegio….

Había pasado de curso.

Comentario:
No os parece que la vida es como el patio del colegio.
Un maestro decía: “No intentes alfombrar el mundo, ponte zapatillas”. Una gran verdad, no podemos cambiar, modificar el mundo entero para que no nos afecten las cosas, el verdadero cambio es interno, eso que se despierta en nosotros, encendiendo el fuego de la intolerancia, incomprensión, dolor.
En las relaciones con los demás podemos encontrar un medio perfecto para conocernos y curarnos por dentro. Las limitaciones, los problemas de los demás, la mentira que hay en ellos, despierta las limitaciones, los problemas y mentiras del ego propios. Así que no te fijes en el otro, fíjate en lo que sucede en ti, nadie a entrado dentro de ti, y ha encendido el interruptor del fuego, ese interruptor lo creaste alguna vez de forma inconsciente y se repite una y otra vez con diferentes situaciones y escenarios. Entonces si es tuyo ese interruptor, es responsabilidad tuya.
Hay que aprender a no buscar culpables, siendo nuestra responsabilidad el encontrar soluciones.

Un compañero lo define de una forma muy elegante:



RESPOSABILIDAD: RESPONDER CON HABILIDAD






Sergio...................................................................Marut




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