Si como usted dice, estuviéramos 
amenazados de muerte, creo que la vida nos parecería repentinamente 
maravillosa. Piense por un momento en la multitud de proyectos, viajes, 
romances o estudios que nuestra vida nos oculta, invisibles por nuestra 
pereza que, a causa de nuestra certidumbre de futuro, los retrasa 
incesantemente.
No obstante, imaginemos que todas esas 
amenazas resultaran totalmente imposibles; ¡qué hermoso volvería a ser 
todo! Si el cataclismo no ocurriera esta vez, no nos perderíamos la 
visita a las nuevas galerías del Louvre, nos lanzaríamos a los pies de 
la señorita X o haríamos ese viaje a la India.
Pero si el cataclismo no sucede, no 
haremos ninguna de esas cosas, ya que regresaremos al corazón de la vida
 normal, donde la negligencia atenúa el deseo. Y aun así, no deberíamos 
necesitar del cataclismo para amar a la vida ahora mismo. Sería 
suficiente con pensar que somos humanos, y que la muerte puede llegar 
este mismo atardecer.
Marcel Proust, Ensayos y Artículos, 1922

 
 
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