El poder de la palabra
Las personas disponemos
gracias a nuestro cuerpo físico, de diferentes capacidades o poderes con los
que podemos actuar. Al decir “poder” me refiero a que podemos hacer cosas con
ellos. Una de estas capacidades, con mas importancia, es el poder de la
palabra, cuando mejor sepamos utilizarla mas grandes serán las cosas que
podamos hacer con ella. En el caso contrario, si no tenemos el control para
utilizarla correctamente puede volverse contra nosotros, arruinar nuestras
vidas y la de los demás. La palabra tiene un poder destructor enorme, cuando es
utilizada sin pensar, sin control, pero cuando uno tiene la capacidad de
dirigirla puede crear, ayudar y construir.
Es importante que entre, el camino de los pensamientos que surgen en nuestra
mente y la consecuencia de estos, ósea lo que decimos, creemos un espacio
intermedio en el que seamos capaces de discernir, haciendo una especie de criba
entre lo que vale la pena que digamos y lo que es mejor callarse.
Para esto podemos revisar estos tres puntos:
1. Que sea verdad. Son
muchas las cosas que pensamos con muy pocos datos en nuestro poder sobre otras
personas, presuponiendo e imaginando demasiadas historias e intenciones. De
esta manera llegamos a creer lo que pensamos, entonces nos sentimos en posesión
de la verdad absoluta, por lo que creemos que al tener la razón, tenemos el
derecho a decir lo que queramos e incluso en muchas ocasiones creemos estar en
el deber de poner a esa persona en su sitio, como si fuéramos los abanderados
de la sociedad, pero es mentira lo hacemos por nosotros, por nuestra rabia y
tensión que no controlamos. Juzgamos, criticamos, insultamos y condenamos como
si fuéramos jueces omniscientes con una visión total. Un consejo: no nos
creamos todo lo que pensamos de una forma rígida, como si la única opción buena
fuera la nuestra, dejemos puertas abiertas a otros puntos de vista, teniendo
una visión mas amplia.
Un cuento: Una mujer estaba en la estación esperando a que llegara el tren,
como aun quedaba tiempo, se compro un paquete de galletitas saladas de lamarca
que mas le gustaba para disfrutarlas mientras esperaba la llegada del tren y se
sentó en un banco. Al momento llego un joven sentándose en el otro lado del
banco, ella al verlo empezó a pensar que menuda pinta con la barba y el pelo
largo, ya estaba juzgándolo. El muchacho cogió el paquete de galletas que había
entre los dos en el banco y comió una. La mujer al ver esto cogió otra galleta
mirándole con rabia mientras no paraba de pensar que ese muchacho era un
sinvergüenza y un caradura. El muchacho sin embargo la miraba con una sonrisa
dulce y cogió otra galleta, ella con mas rabia volvió a coger otra con los
mismos pensamientos hacia el, condenándole a todo tipo de males. El sin embargo
le devolvía la mirada con una sonrisa y cogia otra galleta. Esto se fue
repitiendo hasta que llego la última galleta. No será capaz de cojerla este
melenudo sin trabajo y hippie, pensaba la mujer. El muchacho la cogió, la
partió por la mitad y le ofreció una parte al mujer. Esta no se contuvo ya, se
levanto de golpe y echando pestes se fue a por el tren que estaba llegando. Una
vez ya sentada en su asiento del tren, no podía parar de pensar en el muchacho
imaginando todo tipo de cosas sobre el, llena de rabia y tensión. Ni tan
siquiera podía ver el paisaje desde el tren como tanto le gustaba, así que
decidió coger una revista de su bolso para ver si así podía parar de pensar.
Cual fue su sorpresa cuando buscando en su bolso descubrió el paquete de
galletas que había comprado antes y con toda su vergüenza comprendió que había
estado comiendo las galletas del muchacho.
2. Que no hagamos daño a nadie.
Lo que decimos puede causar grades males en las personas, quedando grabado en
su memoria y causando sufrimiento incluso para el resto de sus vidas. Las
palabras mal dichas e inoportunas, son como si claváramos clavos en una puerta
de madera, una vez clavados, dichas las palabras, podríamos retirarlos todos,
pedir mil veces perdón, pero el agujero quedaría dejando la puerta estropeada,
el dolor y el registro en la memoria queda creando un malestar interno.
3. Que sirva para solucionar o mejorar
las cosas. No será mejor que cuando abrimos la boca salgan rosas
en vez de piedras. Por lo general cuando nos enfadamos perdemos el control y
hablamos desde la tensión, en esos momentos no buscamos la resolución del
conflicto que seria lo correcto, sino que nos quedamos atrapados en la emoción,
en la rabia, echando mas leña al fuego de la furia con cada frase que decimos.
Debemos buscar las palabras adecuadas para encontrar soluciones y no atascarnos
en reproches, juicios o insultos.
Así pues si creamos el hábito de revisar estos tres puntos: que sea verdad, que
no haga daño y que solucionen, poco a poco ganaremos en coherencia y prudencia,
poniendo orden y armonía en nuestras vidas.
También es importante al utilizar la palabra hablar con propiedad. La mente constantemente nos
manipula y después nosotros a los demás, para conseguir lo que quiere, por lo
que es importante buscar la sinceridad, claridad y sencillez.
Cierto día estaba con mi mujer y con mis hijos en un parque de atracciones,
serian las ocho de la tarde más o menos, y empezaba a estar cansado. Empecé a
decir que ya era tarde para los niños, que nos fuéramos ya, que si iban a cenar
tarde y otras cosas. Me di cuenta que como estaba cansado y quería irme, me
apoyaba en mis hijos para conseguir lo que quería, pero en ningún momento dije
la verdad: estaba cansado. Era capaz de creerme lo que yo decia y discutir por
eso. Este tipo de cosas las hacemos muchas veces, cuando queremos que parezca
tarde decimos: “eran casi las ocho” , cuando igual son las ocho menos veinte.
Otras veces decimos:”habia mucha gente en la sala y no cabía ni una mosca”
diciéndolo de una forma que no damos información clara, pues depende, cinco
personas en una cabina de teléfonos es mucha gente, pero en un estadio de
futbol es poca.
Otro consejo no repitas muchas veces lo mismo, pierde fuerza e interés lo que
dices, también transmite inseguridad. Busca el equilibrio hablando lo justo y
necesario.
Por ultimo al hablar de la palabra, es muy importante también la ausencia de
esta, el saber escuchar. Esto es muy complicado pues cuando alguien nos habla
nuestra mente escucha unos momentos, otros hace comentarios sobre lo que ha
oido, otros se va a la compra de después, al trabajo, a las vacaciones... Al
final de 15 minutos de charla igual hemos estado presente 5 minutos. Muchas
personas no tienen la capacidad de dejar en el pensamiento las palabras y no
pueden evitar decirlo, interrumpiendo constantemente al que habla, como si “lo
único que importa es lo que yo pienso”. Debemos tener en cuenta que uno aprende
al escuchar, por lo que debemos desarrollar esta capacidad.
Hay un dicho muy bonito que dice: “Dios nos ha dado dos orejas y una lengua,
para que escuchemos el doble de lo que hablamos”
Intenta poner atención cuando hablas, sinceramente observa cual es la intención
de tus palabras: crear
( soluciones, alegría, ayudar, paz) o destruir
( con tensión, dolor, desorden, egoísmo)
Sé feliz.
Sergio Cambra.
www.yogui-urbano.com